Biografía - 2

A Gerardo Chávez le caracteriza el haber alcanzado un pleno dominio de su propio estilo, lenguaje y técnica dentro de un contexto universal. Su obra tiene elementos comunes con otros grandes de las artes plásticas y algunos críticos de arte en Europa le citan como “El Bosco contemporáneo”, pero no hay quien deje de reconocer su originalidad porque, como el propio Chávez admite, en su inspiración predomina la riqueza y los contrastes de su tierra y sus antepasados prehispánicos, como los mochicas y chimús.

test imagenDurante las décadas de 80 y 90, su carrera en Europa alcanzó una notoriedad significativa. En Francia, estableció su residencia y taller en París, ciudad donde consolidó su reputación y fue invitado a exponer en prestigiosas galerías y salones internacionales. Su estilo, cargado de un simbolismo enigmático y una paleta cromática vibrante, atrajo la atención de la crítica especializada y del público europeo. En esta etapa, Chávez exploró con mayor profundidad la fusión de elementos oníricos y mitológicos con referencias a la historia precolombina, lo que le otorgó un sello distintivo en la escena del arte contemporáneo.

De vuelta al óleo

test imagenDespués de casi una década, Chávez empieza a extrañar el óleo y decide volver a esta técnica, integrando a su mundo fantástico seres que parecieran buscar la luz entre la intensidad de contrastes claros y oscuros como en la Mitología y Melancolía. Gerardo observa que ya tiene un mayor dominio de sus personajes. Siente que estos ya están más fuertes y que pueden defenderse solos. Entonces, vuelca esta emoción en obras de gran formato, como su serie Mitología del Futuro.

En los años 90, el artista regresa al Perú y se reencuentra con su pasado, evocando recuerdos de infancia y una profunda conexión con sus raíces culturales. Es en este periodo cuando inicia uno de sus desafíos más originales: la recreación de ritos celebratorios a través de personajes inspirados en sus ancestros, lo que da origen a la serie María de los Andes.

test imagenTambién desarrolla una técnica propia, utilizando tierras de diversas regiones que moldea con sus propias manos y empleando el yute como soporte para obras de gran formato. Su obra maestra de esta etapa, La Procesión de la Papa (1995), es un solo cuadro monumental de 12 metros, compuesto por cinco paneles unidos, en el que no solo plasma elementos de su origen peruano, sino también su evolución hacia un lenguaje plástico único, en el que tradición y modernidad se fusionan con una fuerza expresiva inconfundible.

test imagenA partir de 1992, Chávez explora también su infancia con la serie Caballitos del Alma, donde representa imágenes de carruseles de feria como una forma inconsciente de reconstruir las carencias de su niñez. Esta es la etapa más tierna de su obra: juega con la simetría y una exquisita gama de colores, transmitiendo calidez y alegría. A través de estas imágenes, rinde homenaje no solo a su propia infancia, sino a la infancia universal.

A lo largo de estos años, recibió múltiples premios y reconocimientos, destacándose su inclusión en colecciones de importantes museos y fundaciones europeas. Sus exposiciones individuales en París, Milán y Madrid reafirmaron su estatus como uno de los artistas latinoamericanos más relevantes de su generación, consolidando su influencia y legado dentro del panorama artístico mundial.

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